José Gregorio Hernández: un santo científico

José Gregorio Hernández Cisneros nació en Isnotú, Venezuela el 26 de octubre de 1864, y era el segundo hijo del matrimonio entre Benigno María Hernández Manzaneda y Josefa Antonia Cisneros Mansilla
Después de terminar la carrera de medicina en Venezuela, José Gregorio viajó a París con el fin de realizar estudios de especialización que le permitiera perfeccionar ciertas técnicas científicas, y de esta manera pudiera ayudar a que Venezuela se modernizara en el área médica.
Después de volver de Europa, José Gregorio, quien tenía apenas 27 años, fue el encargado de fundar un importante laboratorio en Venezuela, el Centro de los Estudios y Trabajos Científicos Médicos en Histología, Patología, Bacteriología y Fisiología Experimental. A través de su laboratorio, él pudo enseñar a otros científicos y médicos venezolanos las más modernas técnicas del momento y pudo ayudar a la investigación y posterior explicación de las enfermedades más comunes de la época.
Sin embargo, al contrario de la creencia popular, José Gregorio no fue quien introdujo el primer microscopio a Venezuela, pero, cabe destacar que Venezuela no poseía esta tecnología de manera habitual hasta que José Gregorio presentó estos instrumentos al país. Así que, de cierta forma, se podría considerar a José Gregorio como el pionero de los microscopios en Venezuela.
Además de haber sido un gran investigador y un prodigioso médico, lo que caracterizaba a José Gregorio Hernández era la devoción con la que atendía a sus pacientes. Era un hombre sumamente humanitario y caritativo, razón por la cual le era muy fácil sentir empatía por las personas que atendía, hasta el punto de que en ocasiones no cobraba las consultas a sus pacientes cuando ellos no podían hacerlo y hasta les compraba medicamentos, en caso de ser necesario. Por estas razones, incluso en vida, muchos ya lo consideraban un santo.
Desde sus primeros años, José Gregorio mostró una gran devoción hacia el catolicismo, e incluso, aunque encontró su camino en la medicina, sus biógrafos piensan que su verdadera vocación era la sacerdotal. Para 1908, José Gregorio había trasladado a toda su familia a la capital venezolana y ya se había jubilado como profesor universitario, por ende, sentía que ya había cumplido lo suficiente con su familia y su país y decide dedicarse a sí mismo y a la vida religiosa.
Curiosamente, el sacerdote Juan Bautista Castro, quien era arzobispo de Caracas y primado de Venezuela (y también guía espiritual de José Gregorio), le decía que aún podía seguir siendo útil para el campo de la investigación, pero finalmente accede a escribir una recomendación para que José Gregorio pudiese entrar como claustro en la orden San Bruno en la Cartuja de Farneta; sin embargo, debido a las severas reglas y privaciones tan fuertes que se requerían en la orden, José Gregorio enferma severamente y debe volver a Caracas.

Muerte
Cabe destacar que José Gregorio nunca dejó de atender pacientes y de velar por la salud de las personas a su cargo, labor que continuó literalmente hasta el último día de su vida. El 29 de junio de 1919, José Gregorio fue a la misa dominical y luego pasó a ver a algunos enfermos de la parroquia. Poco después del mediodía, José Gregorio se encontraba comprando unas medicinas en una farmacia y fue sorprendido por un auto que iba a 30 km por hora, el auto lo golpeó y el impacto hizo que José Gregorio saliera despedido y golpeara la cabeza contra el filo de la acera, que fue lo que realmente le causó la muerte.
La beatificación del “Médico de los pobres” ha tenido lugar el 30 de abril de 2021, los obispos venezolanos exhortan a no caer en la tentación del desaliento y de la desesperanza, a trabajar por una sociedad llena de justicia, paz y libertad, y piden a Dios la gracia de un nuevo milagro para su canonización.

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